Fiebre del oro

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Inesperadamente estamos viviendo una fiebre del oro, que parece no detenerse. Los valores alcanzados son inéditos, como inéditas son las consecuencias de la explosión de este negocio.

Es que en Estados Unidos, donde todos los inversionistas están comprando lingotes y monedas de oro, se están encontrando con el problema que no tienen donde guardarlos. HSBC, propietaria de una de las mayores bóvedas de Estados Unidos, ha solicitado a sus clientes minoristas que remuevan sus bienes de la fortaleza localizada en el subsuelo de su rascacielos de la Quinta Avenida, en el centro de Manhattan. El banco ha decidido que los clientes minoristas no son lo suficientemente rentables y está exigiendo que saquen su oro para dejar espacio a los clientes institucionales, que generan mayores ganancias.

Así esta decisión del HSBC, ha originado el problema de la logística del traslado del oro, tanto para los inversionistas como para los equipos de seguridad a cargo de la reubicación del oro, plata y platino a otras bóvedas. Muchos de estos espacios también están bajo presión debido al aumento de la demanda. La consecuencia de la acción del HSBC es que otras bóvedas se están llenando, como nunca en su historia.

El problema está en que no solo se negocian posiciones en el mercado del oro, sino que los inversionistas toman posesión del mismo. Se prevé que la demanda física del oro, incluyendo las barras y monedas, subirá 21% este año, a 52,3 millones de onzas troy, el nivel más alto de la historia.

Los medios de ese país, están asombrados por las caravanas de camiones blindados, cargados de lingotes y monedas de oro que están dejando el centro de Manhattan, en Nueva York, como una consecuencia inesperada de la fiebre del oro. Es que transportar oro no es fácil, el nivel de seguridad requerido es muy alto.

Los metales preciosos normalmente son transportados por servicios de envío asegurados o por compañías de camiones blindados. Los transportistas a veces trasladan los metales en cajas sencillas para no llamar la atención. Los camiones son escoltados por un equipo de dos o tres personas armadas.

Todos están asombrados por la decisión arbitraria del HSBC, quien ha dicho a sus clientes que trasladen el metal o se preparen a recibirlo en su domicilio. En una carta de julio a la que tuvo acceso The Wall Street Journal, HSBC informó que el metal precioso «será devuelto a la dirección que figura en el registro, con cargo al propietario» a menos que reciba instrucciones diferentes.

Este problema que empezó en Estados Unidos, seguramente se trasladará al resto de los mercados si más inversionistas se siguen sumando a la fiebre del oro, y todos quieren ver y tocar sus lingotes.

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