«Libertad, fraternidad e igualdad» fueron los tres pilares sobre los que se apoyó la Revolución Francesa y que están muy presentes en la primera Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. La Revolución Francesa de 1979 marca un antes y un después en la historia del Viejo Continente, ya que supuso un cambio radical en el modelo social, político y económico.

Para comprender la magnitud de la Revolución Francesa es necesario tener en cuenta la situación de Francia a finales del siglo XVIII y las causas del estallido de las revueltas sociales. Por aquel entonces el Estado galo era un fiel reflejo de la sociedad europea de la época, con una economía feudal y un modelo político absolutista con tres clases sociales bien definidas: el primer estad , la Iglesia;, el segundo estado, la nobleza; y el tercer estado, el pueblo llano, formado por burgesía, campesinos y siervos.

Como en el resto de sistemas absolutistas, el segundo estado ostentaba el poder político y gracias al feudalismo podía exigir el tributo y las cosechas de los campesinos. El problema era que el feudalismo hacía aguas desde un punto de vista económico y las finanzas del Estado se encontraban en una situación precaria. La deuda del Estado se había disparado por el alto coste de mantenimiento que exigía el ejército real, el alto número de cargos públicos y, sobre todo, los lujos que rodeaban la vida en la corte.

A esta situación, ya bastante precaria de por sí, se suma la guerra en América del Norte para defender las posiciones ante el avance inglés. La deuda del Estado aumenta hasta niveles insostenibles, lo que se tradujo el aumento de impuestos a un tercer estado que ya se encontraba sumido en la más absoluta probreza. Se llegó incluso a proponer, sin éxito, que la nobleza subiese su aportación (es lo que se conoce como la revuelta de los privileagiados, que tiene lugar en 1987). La respuesta de esta última ante el monarca fue tratar de acaparar más poder y presionar todavía más a los campesinos.

Como es lógico la situación tenía que estallar en algún momento y así sucedió durante el reinado de Luis XVI. En 1788 el monarca se vio obligado a convocar los Estados Generales donde concurrieron nobleza, clero y burguesía. El 5 de mayo de 1789 se reunen los estados generales e Versalles y en ese punto es en el que surge las primeras discrepancias sobre el voto, ya que los los privilegiados (Iglesia y Nobleza) exigen reuniones por separado y un voto por estamento, mientras que la burguesía (representante del tercer estado) pide un voto por persona, consciente de que el pueblo llano supera en número a los otros dos estamentos y que de la otra forma tenía las de perder.  Finalmente el 7 de julio el tercer estado consigue su objetivo, iguala en número de votos y representantes a los otros dos estamentos y se declara como Asamblea Nacional jurando solemnemente no disolverse hasta conformar una Constitución Nacional.

Apenas siete días más tarde y ante la lentitud del proceso político, tiene lugar el hecho que para muchos historiadores marca el comienzo de la Revolución Francesa, la Toma de Bastilla (14 de julio 1989): Esta demostración de fuerza por parte de la burguesía y el pueblo llano cambió el curso de los acontecimientos  hasta el punto que obligó al monarca a jurar la futura Constitución.

A partir de ahí comienza un periodo denominado como el Gran Miedo en el que la Asamblea Nacional trabajó en medio de un clima de revueltas sociales para crear una Constitución que finalmente aprobaría el 3 de septiembre y por el que se establecer un sistema de Monarquía parlamentaria. Sin embargo, el rey no se conformó con este recorte de poderes y buscó aliados extranjeros que pudiesen ayudarlo a restaurar el sistema absolutista. El pueblo descubre la traición y se encarcela.

La actuación del rey pone en evidencia a la Asamblea Nacional, que  es desplazada por un nuevo cuerpo de representantes reunidos en una conveción. Los representantes eran ya elegidos por sufragio universal e incluso los estamentos más bajos tenían derecho a voto. En 1792 los jacobinos se hicieron con el control de la Convención y de la mano de Roberpiere, Dantón, Marat y Saint Just y abolen definitivamente la monarquía, además de guillotinar a Luis XVI. Se instaura el llamado Reino del Terror, que entre 1973 y 1974 dirigió la República con mano de hierro y con el miedo como principal aliado.

Finalmente en 1974 la burguesía aprovecha para dar un nuevo golpe de estado, creando un nuevo directorio y guillotinando a los líderes de la anterior Convención. Una de sus primeras medidas fue eliminar la libertad política de voto sobre las clases más humildes. Su ‘reinado’ duró hasta que en 1799 Napoleón Bonaparte, haciendo uso de su gran popularidad, accede al poder mediante un golpe militar y se proclama Primer Cónsul, concentrando buena parte del poder, aunque manteniendo algunas libertades de la burguesía acomodada.

Consecuencias de la Revolución Francesa

Todo este proceso, en parte caótico, sirvió para terminar con el feudalismo como modelo económico y social dominante no sólo en Francia, sino en muchos países vecinos. Del mismo modo, también supuso el fin de la monarquía absoluta y la creación de la primera República de corte liberal.

Desde un punto de vista económico, se puede decir que la Revolución Fracesa de 1989 marca el despegue de la economía hacia un modelo más parecido la que predomina hoy en día, ya que supuso un considerable aumento del poder de la burguesía en todo Europa.

Para quienes quieran más información, aquí os dejamos un vídeo del Canal de Historia sobre la Revolución Francesa: